Su señoría, tiene usted que poner la ciega

Varios periodistas gráficos encargados de cubrir las sesiones de la Asamblea Nacional francesa han descubierto con sus fotografías que sus señorías utilizan las herramientas de trabajo, en este caso tabletas electrónicas, para leer el periódico, comprar por Internet, leer comics para adultos o para jugar al poker en pleno debate.

Ahora, cualquier sala que se precie es capaz de poner a disposición de sus clientes una versión para dispositivos móviles y se ve que algún que otro miembro electo de la cámara francesa estaba comprobando de primera mano como el exagerado tipo impositivo aplicado a los operadores está minando poco a poco la liquidez del mercado francés.

Ya no sabemos qué es peor, que los políticos no estén presentes en su escaño, provocando esas recurrentes imágenes de un Congreso vacío y desolado y de diputados multitarea que aprietan los botones de votación de sus asientos contiguos a cuatro extremidades o que vayan para hacer bulto, sin prestar atención a lo que se discute en su presencia.

En España hemos tenido nuestra ración de polémica con las dichosas tabletitas no hace mucho, como pudimos leer en Público.es, cuando salió a la luz el anuncio de que ya no se repondría ni un solo iPad más de los que en Congreso reparte entre sus miembros, y de los que se habían extraviado más de 30 sólo en este año.

Las sospechas de un abuso continuado y extendido de la provisión de tabletas de repuesto no es simple producto de una mente malpensante. Ya fue bastante comentado en su día el procedimiento de entrega del nuevo iPhone a los parlamentarios de nuestro país. Para recoger el teléfono nuevo había que depositar el antiguo, un smartphone HTC que muchos declararon haber perdido. Cuando la mesa del Congreso se puso seria e hizo saber que si no se devolvía el antiguo no habría iPhone, un gran número de extravíos se resolvieron con la aparición casual del aparato.

Habrá que estar atento a los nicks que nos cruzamos a diario si abrimos mesas en horas de oficina. ¿Qué seudónimos utilizarían sus señorías para inscribirse en las salas? ¿Alguna recomendación?