Maldito Viernes Negro
En 2011, tal día como hoy, me desperté con la urgencia de consultar Poker-Red y cualquier otra fuente de información que me pudiera explicar cómo y en qué medida me podía afectar aún el Black Friday.
Si el FBI no hubiera confiscado el dominio de Full Tilt Poker la noche del viernes, mi jornada no hubiera variado un ápice de cualquier otro domingo en aquellos tiempos. Revisar ofertas de empleo, hacer algún plan con mi mujer y predisponerme para una sesión nocturna que me ocuparía buena parte de la madrugada.
Los fines de semana había que aprovechar, que bajaba el nivel en las mesas. Esos días, el final de la sesión no la marcaba que el marcador de los FPPs cumpliera los requisitos mínimos del Ironman o, si estaba trabajador, que llegara a 500, sino las ganas que tuvieras de seguir una sesión ganadora o remar una perdedora. Muchas veces saltando de las mesas de Rush de No Limit Hold’em a las de Pot Limit Omaha, para cambiar sensaciones.
Si todo iba bien, cerraba tranquilo el lobby sabiendo que estaba en camino de mantener mi Black Card. Si iba mal, lo más probable es que al darle a la X para cerrar el cliente estuviera a punto de amanecer y solo tuviera ganas de abofetearme la cara. La psicología del poker nunca fue mi fuerte.
Pero aquel domingo, lo único que rondaba en mi cabeza, como en la de muchos otros compañeros, era si debía sacar mis fondos del cajero de Full Tilt Poker, en qué cantidad, y si cuando tomara mi decisión el software me lo iba a permitir.
Aunque en España los jugadores no sufrieron la congelación de sus fondos hasta finales de junio -en medio de una promoción cojonuda en las mesas de Rush que nos tuvo jugando como locos hasta el último momento e hinchó las cifras que finalmente tardaríamos más de un año en recuperar-, aquel día cambió radicalmente nuestra manera de ver el poker online.
Había muchísima gente que utilizaba las salas de poker como si fuera un banco. Los más espabilados tenían sus cuentas en los monederos electrónicos en una divisa diferente y especulaban con las variaciones en los cambios de moneda. Nadie temía por sus fondos, porque todos los escándalos previos que debían habernos hecho espabilar solo les pasaban a los necios que jugaban en salas pequeñas. No había iceberg que pudiera hundir una empresa como Full Tilt.
Las salas de poker no son un banco
De repente, el océano de la Red parecía más tenebroso y amenazador. Los monederos o las cuentas corrientes parecían ahora puertos mucho más seguros y casi todos nos conformábamos con tener en la sala exclusivamente fondos suficientes para jugar un par de sesiones.
Je. He tenido que hacer una pausa porque he tenido el vívido recuerdo de pensar “¡No, ahora que iba a hacer un cashout!” el día que chaparon Full Tilt Poker y me cerraron la cuenta con cuatro cifras en ella. Algunos túzaros solo aprendemos a palos.
También nos dimos cuenta de lo efímero que puede ser el poker online. Que por mucho que la gente esté dispuesta a jugar, a manejar su dinero a su gusto y como le salga de los bajos, cualquier responsable político o judicial puede decidir, con más o menos razón, que no tienes derecho a ello.
¿Qué más aprendimos desde entonces? Por ejemplo, que los reguladores establecidos en paraísos fiscales tenían la legitimidad del juzgado del programa ese de Telecinco “De buena ley”. El ridículo de la Autoridad del Juego de Alderney sería para reír hasta que dolieran las costillas, pero maldita la gracia que nos hizo.
Los jugadores tenemos que haber aprendido la lección
Esos, básicamente, eran los deberes que tuvimos que hacer los jugadores. Pero nosotros no somos los únicos que teníamos que tomar notas y sacar conclusiones de lo ocurrido.
Un año después del cierre definitivo de Full Tilt abrían las salas “.es”. Teníamos sheriff nuevo en la ciudad. Todos esperamos que el nuevo regulador se hiciera responsable por completo de nuestros fondos, ya que se arrogó la potestad de encerrarnos en una jaula, al parecer para nuestro bien, como si los jugadores fuéramos los culpables de todos los manejos turbios de las ingenierías financieras de los operadores.
En Poker-Red comprobamos que los mecanismos de control estaban dispuestos, y que la existencia de fondos segregados que salvó a PokerStars es obligatoria en España y está supuestamente supervisada por el regulador. Pero hemos visto como ARJEL, que ya tuvo un papel mediocre en Francia con el Black Friday, ha caído de nuevo en el mismo error a las primeras de cambio.
El regulador debe ser el garante de nuestros fondos
Que nadie se equivoque. Que la DGOJ sea o no más diligente a la hora de vigilar que se cumplan esos mecanismos no quita que a la hora de tener que manejar un marrón como el del Black Friday, lo más probable es que escapen por la puerta que se han dejado abierta en el artículo 15.3.
La relación entre el participante y el operador habilitado constituye una relación de carácter privado, y por tanto, las disputas o controversias que pudieran surgir entre ellos estarán sujetas a los Juzgados y Tribunales del orden jurisdiccional civil, sin perjuicio del ejercicio de la potestad sancionadora ejercida por la Comisión Nacional del Juego dentro de las competencias reconocidas en esta Ley.
Queda un grupo de afectados que tratar. La lección que deben haber sacado los operadores es que su negocio depende del tráfico, sí, pero también del resultado de unas elecciones o del celo de un juez. Que no hay excusa alguna para no cumplir religiosamente y de la manera más estricta las obligaciones que marque la ley.
Y después de estos cuatro años, sabemos que hay salas que siguen ofreciendo poker a los Estados Unidos, o que abren con el sello de validación de la Comisión del juego de Antigua. O que hay salas con nombre y apellido como Lock Poker que llevan años -sí, años- sin cumplir con los cashouts de sus clientes. Y aún hay jugadores poblando sus mesas.
Los operadores no tienen la mínima excusa para no cumplir las normas
Hoy en día, la frontera entre los operadores y los reguladores que cumplen las normas y los que no, es más nítida que nunca. Si no has aprendido tus lecciones sobre el Black Friday, repásalas muy a fondo.
La próxima vez que tenga que leer un hilo sobre un balance desaparecido en el limbo, ¿será un jueves? ¿Un domingo? Lo siento, pero que nadie busque mi hombro para llorar.
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