Los grandes torneos en vivo, ese objetivo soñado
"Y el motivo de todo, era el dinero. ¿Qué coño pintábamos nosotros en aquel desierto si no? Esa era la razón de todas las luces, y las ofertas de las agencias de viajes, y el champán, y las suites de hotel gratis, y el espectáculo. Todo está pensado para que nos llevásemos su dinero. Esa es la verdad sobre Las Vegas. Somos los únicos que ganamos. Los jugadores no tienen ninguna oportunidad.” Cita de la película “Casino”.
“ Cualquiera que ande diciendo que esta vida nuestra es maravillosa, no sabe bien lo que dice. Es una existencia maniaco-depresiva, hecha de constantes altibajos. Cada día me pregunto por este particular y siempre acabo añadiendo: pero aún con todo, esta vida me ha hecho millonario.” Mike Matusow.
Se produce en el póquer una curiosa paradoja que considero digna de análisis. Con la potente entrada del escenario de juego “on line”, diversificado en montones de salas que, en sana competencia, nos ofrecen las mejores condiciones, los bonos más jugosos, el “software” más atractivo y “jugable” y mesas permanentemente preparadas para el nivel en que elijamos competir, parece evidente que se ha logrado no sólo la explosión definitiva y esperemos que imparable del póquer sino que ambas partes en cuestión se encuentren satisfechas.
El jugador, sin lugar a dudas, porque cuenta con todos los medios en su mano para fraguar un futuro sólido (que dependerá mucho de él, pero ese es ya otro tema) y las casas de póquer, callado queda dicho, porque ven como sus negocios obtienen copiosos beneficios gracias a esas hordas de clientes ávidos de triunfo que mientras juegan consolidan y mejoran exponencialmente la situación empresarial de esas casas, gracias a la generosa comisión que vamos depositando a bases de manos disputadas.
Dicho lo cual y pareciendo tan idílica la escena expuesta, y si le sumamos además al póquer en su faceta “on line” ese componente de oferta continua y con la entrada económica que deseemos, esa tranquilidad y comodidad de jugar sin movernos de nuestra casa y de disponer el ambiente de juego como queramos, llega la paradoja antedicha:
¿Por qué entonces todos tenemos la íntima aspiración de jugar alguna vez un evento de póquer en vivo? En principio y sin entrar en mayores pormenores, parece una aspiración absurda y con poca expectativa positiva…
Participar en un evento en vivo, por más que la oferta del circuito de torneos presenciales ha ido creciendo (precisamente por la intervención de las mencionadas empresas “on line”) para el jugador solvente en Internet no deja de ser un “break” en su ritmo normal de juego y de ganancias y si bien la entrada al mismo (más gastos añadidos) está dentro de su banca, muchos de ellos lo conciben como eso, como un “descanso del guerrero”, nunca como un nuevo reporte de ganancias, incomparable al de su habitual carrera en Internet.
Y si del jugador “amateur” hablamos, todavía en ciernes en su proceso de aprendizaje, la experiencia de competir en vivo pasa por ser una especie de pérdida de virginidad sexual, largamente deseada pero probablemente no tan satisfactoria y placentera como ansiaba.
Su entrada al evento en cuestión habrá sido costeada con dificultad, a bien seguro fuera de banca o bajo sistema de patrocinio, es decir, que ponen sus medios para vivir esa experiencia pero con pocas expectativas más.
Sumémosle a ello los lógicos nervios del estreno, el frío que se siente al abandonar la calidez de la burbuja “on line”, la cantidad de “perros viejos” que se encontrarán en esas mesas, las especiales características del póquer en vivo, que chocan frontalmente con la dinámica “on line”…Pues, mirado fríamente, acudir a un evento presencial solamente por colmar una de esas ilusiones que todos tenemos en la vida no parece que responda a un razonamiento demasiado atemperado.
Hace un tiempo realicé una somera reflexión sobre esa incipiente hornada de jugadores provenientes de Internet que comenzaban a copar los primeros puestos en los torneos presenciales más prestigiosos.
Esa referencia creo que hace un flaco favor a todos aquellos “picapedreros” que por lo general nos movemos en las salas de Internet, porque provocan en el espectador ocasional una falsa sensación de “¿por qué no puedo permitirme el lujo de animarme a ocupar una de esas plazas?”
El jugador del que yo hablaba en aquel entonces es un consistente ganador “on line”, que juega muchas horas al día, con una preparación encomiable, con una banca extraordinaria y que decide trasladar todos esos bártulos al circuito en vivo. No es flor de un día y probablemente (de hecho ya digo que cada vez se produce en mayor medida) su irrupción signifique una revolución dentro de las encorsetadas estructuras del juego real y lleva en su mochila de viajero las armas adecuadas para contrarrestar (y vencer) a los “dinosaurios” criados en las mesas de los casinos.
Que no exista la mínima duda a este respecto: para sentarte en una de esas mesas que compongan uno de esos eventos no sirve sólo con costear el precio de la entrada (y tener unas ganas tremendas). De hecho, uno de los mayores placeres que un profesional de póquer en vivo sabe degustar es esa cantidad de “dinero muerto” aportado por tanto inexperto deseoso de vivir esta aventura. Por eso le resulta tan rentable a los “viejos roqueros” participar en los eventos anuales de las WSOP, porque saben a ciencia cierta, y cada año va en aumento, que acudirán de todos los lugares del mundo miles de víctimas propiciatorias obnubiladas por cumplir ese sueño de viajar a Las Vegas y jugar junto a los más grandes en el torneo más grande.
Es por eso, por ejemplo, que acabada (o casi) la edición de las Series Mundiales de 2008, sólo tenemos que echar un vistazo a la lista de los “Top 10” en lo que a brazaletes logrados se refiere. No creo que encontremos entre ellos a ese muchacho de Santander, habitual de las mesas de NL10, que pago la entrada al evento principal después de sacar toda su banca lograda en Internet+ unos euros ahorrados+ la aportación de 50 amigos/compadres del póquer que le ayudaron a que cumpliera por ellos ese sueño dorado a cambio de un simbólico (porque no era lo más importante) porcentaje de la hipotética caja que todos confiaban que iba a conseguir.
Actualmente, si bien es cierto que la oferta de torneos en vivo es bastante más variada que hace unos años, como ya he comentado auspiciado por empresas patrocinadoras muy interesadas en la repercusión mediática de sus marcas, los precios de la entrada a tales citas siguen siendo muy elevados, inalcanzables para el jugador medio diría yo, y más si nos planteamos participar en cada una de las pruebas que conformen un circuito determinado.
Como decía Phil Gordon en su “Little Black Book”, tales circuitos acaban siendo un lugar de cita, cada tres semanas, del mismo grupo de profesionales, con bancas sobradas, en cuyas citas aprovechan para ponerse al día de sus logros y contarse sus anécdotas de juego, es decir, como un campamento de verano donde los muchachos bromean, cotillean sobre lo que ha perdido recientemente un compañero y preparan sus garras tras avistar a aquellos desconocidos que aparecen de manera aislada y que serán presa segura a la que atrapar.
Si a pesar de todos estos inconvenientes descritos decidimos “liarnos la manta a la cabeza” y pagar la entrada para disputar un gran evento en vivo, deseo por lo demás legítimo, sería bueno tener un par de cosas en consideración para intentar que resulte lo más gratificante posible:
- Concebir esos tres o cuatro días del evento como una especie de vacaciones temáticas, cuyo centro es jugar al póquer, pero que podemos aprovechar para conocer el país donde se dispute, disfrutar a tope del ambiente que rodea al torneo, divertirnos en las noches correspondientes o plantear la parte destinada al juego de manera más amplia, jugando por ejemplo los eventos paralelos que se organicen o en las mesas de cash que a bien seguro se formarán para aquellos que no avancen en el torneo principal.
- Planificar con antelación el método de trabajo para el evento previsto. Sería bueno dejarse asesorar por jugadores próximos que ya conozcan cómo hay que desenvolverse en esas citas, preparar el tránsito del “on line” al vivo para evitar que el choque sea demasiado fuerte, dedicar varias horas diarias a perfeccionar expresamente nuestra táctica (estudiar, analizar manos, jugar MTTs en Internet de estructuras semejantes a nuestro evento…) e incluso depurar nuestra preparación psicológica, ya que serán muchos los detalles que deberemos cuidar en vivo y que no son tan tenidos en cuenta en nuestras sesiones en Internet, como pueda ser la convivencia con jugadores “de carne y hueso”, el control de impulsos gestuales y de emociones o la pérdida de los vicios adquiridos en el juego on line.
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