El exilio de los croupieres nacionales...
Ayer me llegó el regalo de reyes que me hice yo mismo, una compra en internet consistente en un maletín de aluminio con fichas, dados y cartas. Una buena compra y que me servirá para entrar poco a poco en el juego en vivo entre amigos.
Cuando hablé del Casino de Barcelona, comenté que tengo un buen amigo trabajando allí. Él hace rouleta y blackjack, pero tiene compañeros de póquer y conozco a un par que a veces juegan en nuestro pachanguero equipo de fútbol sala. Pues bien, los croupieres del casino se reúnen a veces -como en todos los trabajos- y la diferencia es que en algunas ocasiones también organizan timbas de póquer. Clandestinas, evidentemente... ¿y por qué clandestinas? Pues porque los trabajadores de los Casinos tienen prohibida la entrada en no solo sus respectivos casinos sino en todos!! (desconozco el ámbito de aplicación fuera de Catalunya, pero aquí si trabajas en el Casino de Barcelona no puedes entrar en el de Tarragona) ¡Increíble! Es como si a un trabajador del Corte Inglés no le dejaran ir a comprar unos zapatos en rebajas en su propia tienda.
Ésto hace que los pobres croupiers, para poderse poner en el otro lado de la mesa y jugar un poco tengan que salir del país y acudir a las pequeñas y pobres salas de juego próximas a la frontera pero ya en territorio francés. Así, frecuentemente, el casino de Amelie-les-bains -por ejemplo- acoge gran número de croupieres españoles en el exilio forzado.
Un exílio ridículo y contraproducente ya no ayuda a deshacer el rastro de duda y sospecha que desgraciadamente siempre acompaña a estos Templos del Juego.
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