Tiempo desarticulado.

Simón | 07/06/05

Póquer. ¿Trabajo o pasatiempo?
Complicado de decir. Yo me paso
bien jugando, pero si me pusiera en serio con ellos quizás
pudiera
darme un sueldo. Un sueldo “relativamente” estable.
Pero no todo el
mundo es capaz de entender esto.

Podria escribir algo sobre este asunto, pero he visto tratado
el
tema en un libro que acabo de leer, y no he podido resistir la
tentación de mostrarlo aquí. No es
ningún libro de Sklansky, o de
un articulista de CardPlayer. Se trata de “Tiempo
desarticulado” de
Philip K Dick.

El protagonista no juega precisamente al póquer.
Bueno, lo hace
con sus amigos de vez en cuando. Pero se gana la vida de otro modo
mucho más curioso, pero análogo para el caso que
nos ocupa. Leedlo
y decidme si no nos habéis visto reflejados.  

-No te atiborres de esa comida italiana -le dijo Ragle a Vic-.
Es demasiado sustanciosa. Un montón de pasta y especias. y
ya sabes
el efecto que eso te produce.

Black terció:

-Sí, estás perdiendo la cintura, Victor.

Bromeando, Ragle dijo:

-Bueno, ¿qué esperas de un
pájaro que trabaja en una tienda de
alimentación?

Eso pareció irritar a Vic. Miró
colérico a Ragle y mur­muró:

-Al menos es un verdadero empleo.

-¿Con lo cual quieres decir...? -dijo Ragle. Pero
sabía
perfectamente lo que Vic quería decir. Al menos era un
em­pleo
asalariado, al que se dirigía cada mañana y del
que vol­vía cada
tarde a casa. No algo que se hiciera en el salón. No una
pérdida de
tiempo con algo publicado diariamente en el periódico...
como un
niño, había dicho Vic un día
du­rante un altercado que habían
tenido. Despachar por correo tapas de cajas de cereales con diez
centavos para recibir a cambio la Insignia del Descifrador
Mágico.

-No me avergüenzo de trabajar en un supermercado
-dijo Vic,
encogiéndose de hombros.

-No fue eso lo que quisiste decir -dijo Ragle. Por
al­guna razón
oscura saboreaba esos insultos dirigidos a su
de­dicación al
concurso de la Gazette. Probablemente a causa de
cierto
sentido de culpabilidad interno por malgastar su tiempo y
energía,
un deseo de ser castigado. Para poder así continuar. Mejor
tener
una fuente externa de reproches que sentir las profundas mordeduras
internas de la duda y la au­toacusación.

Y además le proporcionaba la
satisfacción de que sus formularios
diarios le procuraban un ingreso neto mayor que la esclavitud a la
que estaba sometido Vic en el super­mercado. Y él no
tenía que
perder tiempo yendo al centro comercial en autobús.

Acercándose a él, Bill Black se
agachó, retiró una silla y
dijo:

-Me pregunto si has visto esto, Ragle. -Desplegó de
manera
confidencial un ejemplar de la Gazette del
día. Casi con
reverencia lo abrió en la página catorce.
Allí, en lo alto, había
una fila de fotografías de hombres y mujeres. En el medio
estaba la
fotografía de Ragle Gumm y, debajo, la le­yenda:

Ganador absoluto en el concurso
«¿Dónde estará la
pró­xima
vez el hombrecito verde?», Ragle Gumm,
cam­peón desde hace dos años
consecutivos, récord de todos los tiempos.

(…)

- Escucha, Ragle -dijo Black-. Estás haciendo un
di­neral con
este dichoso concurso del «hombrecito verde»,
¿no es así? -Una
envidia desenfrenada se le traslucía en la cara-. Le dedicas
un par
de horas y consigues la paga de una semana.

Con ironía, Ragle dijo:

-Una cama verdaderamente blanda.

-No, sé que te dedicas a ello Con mucho
empeño -dijo Black-.
Pero es un trabajo creativo; eres tu propio patrón. No
puedes
llamarlo «trabajo», como si trabajaras sentado ante
un escritorio
en algún sitio.

- Trabajo sentado ante un escritorio -dijo Ragle. -Pero
-insistió Black-, se parece más a un hobby.
No lo digo con
intención de devaluarlo. Se puede trabajar más
duro en un
hobby que en una oficina. Lo sé, cuando
estoy en el garaje
con la sierra eléctrica, sudo la gota gorda. Pero. . . hay
una
diferencia. -Volviéndose hacia Vic, dijo-: Sabes a
qué me refiero.
No es un trabajo servil. Es lo que dije: un trabajo creativo.

-Nunca lo había considerado desde ese punto de
vista -respondió
Vic.

-¿No crees que lo que está haciendo
Ragle es creativo? -preguntó
Black.

-No. No necesariamente -dijo Vic.

-¿Qué nombre le das entonces al hecho de
que un hombre cree su
propio futuro con sus propios esfuerzos? -Sencillamente pienso
-dijo Vic- que Ragle tiene la habilidad de adivinar acertadamente
una vez tras otra. -jAdivinar! -dijo Ragle sintiéndose
insultado-.
¿Pue­des decir eso después de haberme
visto investigar tanto?
¿Re­visar los formularios anteriores? -A
él le parecía que lo
úl­timo que podía llamarse a su actividad
era «adivinación». Si lo
fuera, todo lo que tendría que hacer era meramente
sen­tarse
delante del formulario, acercar los ojos, hacer revolotear la mano
y dejarla caer sobre uno de los cuadrados entre los demás.
Marcarlo
luego y despacharlo por correo. Y esperar los resultados-.
¿Adivinas cuando rellenas el formulario del impuesto sobre
la
renta? -Ésa era su analogía favorita del
tra­bajo que dedicaba al
concurso-. Tú sólo tienes que hacerlo una vez al
año; yo lo hago
todos los días. -A Bill Black le dijo-: Imagina que tuvieras
que
rellenar un formulario de renta cada día. Es lo mismo.
Revisas los
viejos formularios; conservas los registros, toneladas de ellos
cada día. Y no se adivina nada. Es algo exacto. Cifras.
Sumas y
restas. Gráficos. Hubo silencio.

-Pero tú disfrutas haciéndolo,
¿no es así? -dijo Black
finalmente.

-Supongo que sí -dijo él.

-¿Por qué no me enseñas a
hacerlo? -preguntó Black tenso.

-No -dijo él.

Si os ha gustado tanto como a mi el
artículo de Fikker, y queréis saber
más sobre sus aventuras, os recomiendo que os
paséis por su propio blog Fikerpoker.

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