Bienvenido MR. TILT. ¿Abstracción, una misión imposible? por The Big Trujillano

Simón | 04/06/08

Reza una máxima, de autor desconocido, que “la paciencia y la templanza son una sabiduría, el que sabe esperar siempre gana y los arrebatados ya están vencidos, antes de haber iniciado la carrera”.

Dicha cita, sin saberlo a bien seguro su autor, es absolutamente trasladable al mundo del póquer y debiera ser un fundamento de cabecera para poner en oportuno cartel recriminatorio al lado de nuestro ordenador cuando iniciamos nuestras sesiones de juego “on line”.  

El panorama actual que divisamos en las distintas salas donde transitamos, con mayor o menor fortuna, durante muchas horas al día, ha dejado de ser un coto privado de incipientes jugadores que descubren, inquietos, los misterios y encantos del póquer para convertirse, irremisiblemente, en lugar de reunión de miles de avezados jugadores deseosos de incrementar su bankroll sin reparar en medios para ello.

Y esos medios, a día de hoy, están al alcance de todos, en forma de instrumental nutrido presto para diseccionar hasta la extenuación los conceptos matemáticos, estadísticos, probabilísticos y psicológicos que se esconden detrás de una correcta interpretación de las modalidades de juego con las que nos enfrentamos en cada jornada.

Partiendo de tales premisas inequívocas y de una tendencia clara a la progresión en esas técnicas auxiliares, las fuerzas se igualan y el paso por el territorio que conforman los distintos niveles de juego se hace cada vez más escabroso y de difícil superación, por lo que un jugador que desee ser ganador a corto plazo (o a largo plazo) no puede permitirse, de ninguna manera, obviar el contenido de esa máxima con la que hemos empezado esta reflexión.

Si las fuerzas están igualadas en la lucha, no podemos caer en errores “externos” que nos hagan combatir en desigualdad de condiciones. Y por muy pertrechadas que tengamos las trincheras y por bien afinadas que tengamos nuestras armas, una espesa sombra se cierne inquietante sobre nosotros, dispuesta a convertirse en protagonista no invitada al juego al menor descuido: señores, el estado “on tilt” sobrevuela las mesas, con las aviesas intenciones de desmontar todo el andamiaje que hemos compuesto para ser regularmente ganadores.

Este concepto, de difícil traducción a nuestra lengua, se refiere a cualquier inclinación o desviación sobre la línea recta del juego estándar, es decir, la pérdida de la compostura que debe ser obligatoria en un enfrentamiento donde no vale la desconcentración ni los sentimientos mal encauzados.

Estamos jugando a ganar en cada mano, en cada hora, en cada sesión…abstraerse de las derrotas parciales debe ser nuestro objetivo primordial, porque ante la más mínima distracción, sin quererlo, pasaremos a ese estado emocional, el temido tilt, que no respeta esquemas ni planteamientos y que transforma al otrora ortodoxo competidor en un juguete en las manos de sus compañeros de mesas. 

La interpretación del tilt no es sencilla, porque se desarrolla en numerosas variantes, muta, sabe permanecer latente, crece en determinados ambientes y se esconde vigilante en otros. Voy a intentar exponer varios factores que pueden ser caldo de cultivo del tilt, para prevenirlo en la medida de lo posible:

  • La inexperiencia en el juego. Todo jugador principiante debe recorrer un camino formativo, conocer el ABC del póquer, ser consciente de su bisoñez y respetar a rajatabla los tiempos, para sentarse en una mesa de póquer con dinero real en litigio. Todo eso le dará un barniz necesario, incluso en los microniveles, para conocer que las varianzas existen, que debe ser perdedor para ser ganador regular. Jugar sin esos conceptos claros nos hará perder el equilibrio preciso. El jugador inexperto dejará muy expuesta su defensa, será golpeado por doquier y eso le llevará al tilt rápidamente.
  • La inmadurez vital. No tiene porque coincidir con la edad real del jugador, si bien suele ser un condicionante, por lógica falta de desarrollo intelectual. Un jugador excesivamente joven, por regla general, es impetuoso, rebelde, tendente a la prepotencia y poco reflexivo y no sabe, por pura falta de trayectoria vital, discernir ciertos comportamientos evitables o mejorables, lo cual le pondrá, seguro, en el disparadero con más facilidad. Además, determinados conceptos como la gestión del bankroll, el autocontrol o el estudio de los errores le resultan, por naturaleza, ajenos y un obstáculo para su concepto de crecimiento. Muy peligroso, fuera de otros debates sobre la edad aconsejable para estos menesteres. 
  • Estado de ánimo inadecuado. Abrir nuestra sesión de juego sin la suficiente limpieza mental y un estado de concentración mínimo, motivado por cuestiones ajenas que nos han sumido en una situación de enfado, tristeza o nerviosismo es el precedente perfecto para una sesión perdedora. Nunca debemos enfrentarnos a las cartas pretendiendo que sea una especie de catarsis emocional o desahogo. Una predisposición adecuada debe contener deseo real de jugar, tiempo x previsto para la sesión exclusivamente, ausencia o en su defecto control de actitudes viscerales y unas primeras sensaciones positivas. A la menor sombra de tilt, o bien posponemos la sesión o salimos de ella a la espera de mejor ocasión.
  • Evitar situaciones de juego desequilibrantes. Una vez enfrascados en nuestra rutina de trabajo en las mesas, es poco recomendable dejarse llevar por la tentación de cambiar nuestro “modus operandi”, entiéndase, abandonar nuestro nivel para compensar una sesión en ese momento negativa, romper los movimientos estándar para cercar a un jugador que nos está comprometiendo, ser demasiado deudor de objetivos de ganancia y cambiar para ello las marchas habituales…Es difícil configurar un bank solvente y ganarse un prestigio en tus niveles acostumbrados si nos movemos por impulsos. Adaptación sí, por supuesto, pero nunca irreflexión.
  • Actividades externas paralelas al juego. En esta cuestión puede que existan disensiones, pero no soy partidario de que el póquer comparta su tiempo y su concentración con otras actividades, bajo el paraguas del “aburrimiento” o de un supuesto dominio del juego que nos permite conjugarlo con televisión, Messenger etc. Seguro que tenemos automatizado nuestro juego “multitable” pero nuestra mente debe estar obligatoriamente dedicada al póquer durante la sesión, ya sea jugando, estudiando rivales, ojeando manos anteriores o revisando datos de nuestros soft auxiliares. Estado de máxima tensión recomendable, que controlemos todo el escenario sin interferencias. 
  • Condiciones físicas no propicias. Dentro de este punto de atención anti-tilt, consideremos distintas variantes, para evitarlas en lo posible. El cansancio mental o físico es un mal aliado, porque condicionará la toma de decisiones y no favorece la templanza y bienestar que precisa un póquer eficaz. Tampoco malestares físicos esporádicos o frecuentes nos sitúan en la mejor de las disposiciones y, por último, cualquier otra puesta en escena física o mental “irregular” (ingesta de drogas, embriaguez, falta de sueño, medicaciones fuertes) son sinónimo de pérdidas de las que nos arrepentiremos cuando retornemos a nuestro estado normal.
  • Individualidad convertida en egolatría. Si bien analizaré en otro artículo la peligrosidad del componente ególatra que todo jugador de póquer lleva en su interior, en lo relativo al potencial estado tilt el control del ego desmesurado pasa a ser opción indiscutible. La pérdida de perspectiva de nuestro objetivo en el póquer, llevados por una soberbia mal interpretada, por las provocaciones de nuestros contrincantes (que las habrá y muchas), por una incorrecta visión de nuestro verdadero nivel, o simplemente por un ofuscamiento momentáneo, significará una inclinación que puede ser muy perniciosa. No olvidemos, cuanto mayor es la divergencia sobre la línea trazada, más dura será la caída. 

En resumen, nuestra lucha debe orientarse, en personal introspección, en conocer y ser consciente de cualquier factor (los mencionados no son exhaustivos) que nos pueda alejar del objetivo de la abstracción, de tal manera que nuestra dinámica de actuación en las mesas devenga rocosa, imperturbable y lleguemos a controlar y colocar el tilt en permanente “mode off”, hasta el punto de saber, en vistosa pirueta, utilizarlo como arma arrojadiza o provocar el tilt ajeno.

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