Torneos

El descubrimiento del hueco, por Daniel Negreanu

Antonio Romero | 10/11/12
El descubrimiento del hueco, por Daniel Negreanu
El Team Pro canadiense echa la vista atrás y nos da pie para ponernos didácticos y explicar la evolución del tamaño de las apuestas en el poker actual; el hueco, el “click-it-back”.

No es un secreto que el poker de torneos en vivo ha evolucionado una barbaridad en los últimos años y, como bien dice Negreanu en su blog de PokerStars, el poker online ha tenido toda la culpa de ello.

Lo mejor de tener una figura como el canadiense tan presente en los medios es la posibilidad de conocer de primera mano la evolución histórica del juego, de la que ha sido protagonista principal. Su preocupación por estar convenientemente actualizado le convierte en una fuente excepcional para este tipo de reflexiones.

Allá por el 2004, Negreanu era, sin ningún genero de dudas, el jugador de torneos con más éxito del mundo.

En aquella época, las subidas preflop eran mucho mayores que ahora, como mínimo de tres ciegas y habitualmente de más. Las resubidas también eran mucho más largas, por cinco o por seis.

Eran unos tiempos en que el consejo más sabio y acertado de T.J. Cloutier rezaba “La cuarta apuesta preflop siempre son ases”, Hellmuth publicaba libros para ganar al poker con límite jugando sólo diez combinaciones de manos -y no todas merecían una resubida- y la discusión más ardiente de los teóricos del poker era qué demonios hacer con JJ en UTG, con fervientes partidarios del fold preflop.

El joven Negreanu sorprendía por su amplio rango de apertura, que el resto de profesionales consideraba, como mínimo, extravagante. Sin embargo, cuando el bote crecía y llegaba al showdown, la mano de Negreanu siempre era más fuerte que la de su rival.

Su estilo, explicado por él mismo en unos cuantos libros y artículos era conocido como “small ball”. En el béisbol, el “small ball” hace referencia a la consecución de carreras gracias a la acumulación de pequeños detalles, en contraposición a esperar el batazo que saque la bola del campo. Una base por bolas, un robo de base, una dejada de sacrificio y un golpe cualquiera a los exeriores y, voilá, carrera.

En aquel tiempo, la gente me veía como un joven, agresivo y caótico jugador, siempre metido en manos con 35s u otra basura similar. Era verdad. Yo jugaba un montón de manos malas, pero no invertía muchas fichas en ellas y cuando ligaba mis rivales eran incapaces de verlo venir. No entendían la diferencia entre mi caos preflop y el hecho de que postflop, si no ligaba me tiraba. No faroleaba casi nada, la verdad.

Entonces no había necesidad de equilibrar rangos añadiendo faroles porque la gente simplemente hacía call demasiado a menudo.

La revelación le llegó al canadiense de la mano de dos pioneros, O'Neil Longston y Alan Goering, a los que veía jugar muchas manos preflop con subidas pequeñas para tirarse a las 3bets. Sin embargo, cuando se llegaba al all-in preflop, siempre tenían la documentación en regla. Negreanu añadió la agresividad postflop, su excepcional capacidad para leer las manos de sus rivales y patentó la fórmula del éxito asombrando al mundo del poker.

Hoy en día, todos los jugadores de torneos aplican los principios del “small ball” e, incluso, los han llevado mucho, mucho más allá. Y la culpa la tiene el desembarco masivo de los jugadores online en el circuito internacional del poker en vivo.

La Red ha sido el laboratorio donde se ha perfeccionado la evolución del bet sizing. Las últimas adapatciones, tanto preflop como postflop, han recortado hasta el límite el tamaño de stack invertido las apuestas.

El último movimiento de los magos online incorporado al juego de torneos es el click-it-back -pinchar de vuelta-. Consiste en una resubida mínima cuyo objetivo principal es obtener la iniciativa de la mano y evitar acercarse al umbral de compromiso.

El nombre hace referencia a los botones de apuestas que hay en el software del poker online. Por supuesto, jugando online puedes hacer el tamaño de resubida que tu quieras, pero si simplemente pinchas el botón, la resubida por defecto es la mínima. El ajuste obvio ante esta estrategia es la resubida con un rango más amplio, con lo que la decisión sobre el tamaño del bote y la presión se envía de vuelta al agresor.

¿Y cuántas veces se puede estar intercambiando la pelota antes de cometer un error? Cuando se alcanza el umbral de compromiso y cualquier nueva resubida nos coloca en la tesitura de tener que hacer call con todo nuestro rango a un all-in. Por eso, se habla de si hay hueco o no para una nueva resubida. El hueco es la distancia entre el valor de la última apuesta y el umbral de compromiso. Si hay hueco, cabe otra apuesta de farol.

Los rangos que se pueden utilizar en estas guerras preflop son amplísimos y están muy polarizados, debido a que mientras hay hueco siempre se puede acabar foldeando y caben una buena cantidad de faroles. Lo que nos lleva a presenciar manos como el 6bet de Andras Koroknai en la mesa final del Main Event o el 6bet-call con 44 y A9 entre Vanessa Selbst y Kevin McPhee en el último EPT Berlin. que dejó a la jugadora estadounidense realmente perpleja y con un españolísimo “joder” en los labios.

 

En el campo del postflop, también se han extremado los recortes a la inversión en fichas en todas las voces. Con una agresividad extrema totalmente extendida que ha elevado el porcentaje de apuesta de continuación a niveles cercanos al 100% y trasladado el control del tamaño del bote al preflop, el tamaño de esta apuesta ha ido disminuyendo hasta quedarse en un tercio del bote o similar. Las resubidas han sufrido las mismas adaptaciones, por supuesto. Click it back.

Como bien dice Negreanu en su último párrafo, este juego está lejos de considerarse resuelto y a toda nueva táctica le sigue rápidamente una nueva adaptación, así que nadie puede aventurar qué será lo que veremos en los próximos años.

Nos parece que fue ayer mismo cuando la primera generación de edukitos se quejaba amargamente en los foros de la escuela que con una continuación de medio bote no conseguías que foldeara nadie...¡Qué tiempos!

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