Dan Bilzerian, ¿el rey de los ballers?
Dan Bilzerian, un vividor con sueños de estrellato en el cine y poseedor de lo que parece ser una inmensa fortuna, quizá sea uno de los jugadores de poker de high stakes más desconocidos para el aficionado europeo, pese a los ímprobos esfuerzos que este individuo hace para que sea justo lo contrario.
El personaje
En los últimos meses, Bilzerian está consiguiendo por fin que su nombre aparezca con relativa asiduidad en los medios, especialmente después de que su nombre apareciera relacionado como uno de los mecenas del November Nine Jay Farber y se le identificara como uno de los participantes en la gran partida del Aria, en la que el millonario Richard Yong, Tom Dwan, Andrew Robl y algunos jugadores más están poniendo millones de dólares en juego.
La demostración de su presencia en la partida más importante que se haya jugado en los últimos tiempos en Las Vegas era esta foto de una torre de fichas por valor de más de tres millones de dólares.
Si nos vamos un poco más lejos, se rumoreó que Bilzerian habría comprado también parte de la entrada de Antonio Esfandiari al Big One for One Drop, el torneo que repartió el mayor premio de la historia del poker.
La parte más seria de su currículo pokerístico incluye un contrato de esponsorización con la sala Victory Poker y la invitación asegurada a las partidas privadas más caras y provechosas del área de Los Ángeles.
Su foto más famosa es la de un rack de fichas del Aria a razón de 100.000$ por unidad. Son más de 9 millones de dólares a los que acompañaba la frase “oficialmente, esta partida se ha vuelto la hostia de grande”.
Precisamente, su nombre se vio involucrado en la famosa red de partidas ilegales de Hollywood, junto a nombres como Leonardo di Caprio, Matt Damon, Ben Affleck o Tobey Maguire.
En un primer aviso serio de su verdadera naturaleza, desconocida para el gran público, Dan no ahorró detalles a la prensa amarilla sobre estas partidas y se convirtió en la fuente de los rumores de tinte más rosáceo, mientras aprovechaba el interés suscitado para dejar entrever lo que un cada vez más nutrido grupo de aficionados y jugadores de Las Vegas conocía gracias a su Twitter y su cuenta de Instagram: Bilzerian es la quintaesencia del “baller”.
Se conoce como “baller” a aquellas personas que hacen ostentación de riqueza y no se privan de ningún lujo o capricho. Y esa definición le viene como un guante a este caballero.
Conocido como “Blitz” desde sus días de entrenamiento en los SEAL de la armada estadounidense, es residente del exclusivo barrio de La Jolla, en San Diego (California), y poseedor de un barco y un jet privado, además de otras residencias en Las Vegas y otras ciudades.
La vida de lujo y dispendio de Dan se puede seguir prácticamente a diario a través de las redes sociales, para regocijo de todos aquellos que sueñan con emular su estilo.
Las fotos que ha hecho públicas conforman un altar al culto al cuerpo, al peligroso embrujo de las armas de fuego, al gambleo sin límite y a la búsqueda intensiva de compañía femenina.
En la curiosa biografía que contenía su página de la web de Victory Poker, se le atribuía a Dan una cita que podría parecer una exageración con fines publicitarios.
Con todas las tonterías que he hecho en mi vida, que a estas alturas no esté muerto o en la cárcel se debe a pura intervención divina.
Con 30 años, a finales de 2011, Bilzerian sufría su tercer ataque al corazón, producto de una vida salvaje montada alrededor de las fiestas, el sexo, la bebida y las drogas, condimentada con esteroides y tratamientos con hormona del crecimiento para esculpir su musculatura.
Su cuenta de Twitter es otra mina de oro para todos aquellos que gustan de las personalidades desmesuradas, de los egos inflados y del absoluto desprecio por la corrección política.
A través de ella ha dejado bastante clara su filosofía acerca de temas como el racismo o el sexo y han llegado a la portada de diversas webs de poker o de cotilleos historias sobre millones de dólares perdidos en una noche de juego.
Una referencia a un chiste que contaba el personaje de Clint Eastwood en Gran Torino -"Entran un mexicano, un judío y un negrata en un bar y el camarero les dice "¡Fuera de aquí de una **** vez!"- le costó pasar a formar parte de la lista negra de la ESPN , que amenazó con vetarle a él y a todos los pros de la sala Victory Poker.
Su respuesta fue colgar la llamada telefónica en Internet y explicar por qué no tenía ninguna intención de disculparse.
El gran enigma de la historia de Dan Bilzerian es de dónde proviene su dinero: ¿cómo reunió su bankroll?, ¿dónde y cómo empezó?. Ese despilfarro de dinero, ¿se lo puede permitir con lo que saca de las mesas de poker?
Si su habilidad en el poker fuera el origen de su fortuna, podría resultar curioso o incluso gracioso. Pero la respuesta más probable a todas estas preguntas es que Dan Bilzerian ha disfrutado de una significativa ventaja sobre todos los aspirantes a “baller” que se han quedado por el camino y que ahora envidian su fortuna: el dinero que se apropió su padre en los años 80.
El origen del pecado
Paul Bilzerian ocupó las portadas más importantes de la prensa norteamericana durante décadas, acusado de diversos fraudes por los que se habría enriquecido enormemente y, finalmente, consiguió esconder el fruto de sus manejos de la acción de las agencias federales que le perseguían.
La adolescencia de Paul Bilzerian fue bastante conflictiva. Su afan de rebeldía se calmó en el ejército, y al volver de pelear en la guerra de Vietnam estudió arte y se inscribió en la escuela de negocios de Harvard.
A principios de los años 80, Paul Bilzerian se metió de lleno en el negocio de las OPAs hostiles, financiadas por sus primeros éxitos en el sector inmobiliario. Este tipo de filibusterismo empresarial, que tuvo su era dorada en aquella década, permitía enriquecerse de varias maneras a los inversores sin demasiados escrúpulos.
Las más comunes consistían en comprar una gran cantidad de acciones de una empresa a escondidas, evitando la obligación de hacer pública ese tipo de operación y luego intentar hacerse con el control mayoritario para forzar a las directivas afectadas a responder con readquisiciones de dichas acciones a mucho mayor precio debido a la revalorización en bolsa.
También se conseguía beneficio en caso de conseguir finalmente el control efectivo de una empresa, vendiendo después los activos más importantes de las mismas con un tratamiento fiscal favorable, con perjuicio del resto del accionariado por la consiguiente reducción del valor de la empresa.
Para evitar este tipo de actuaciones existía un procedimiento que obligaba a informar a la U.S. Securities and Exchange Commission (SEC), la agencia federal encargada de velar por el cumplimiento de las leyes en los mercados financieros, de cualquier adquisición importante, además de cumplir ciertos requisitos como utilizar fondos personales para estas adquisiciones.
Los fraudes más comunes consistían en utilizar firmas asociadas para dividir las compras de acciones en paquetes lo suficientemente pequeños para no tener que presentar los formularios a la SEC y ocultar el uso de préstamos ilegales en estas operaciones.
Este tipo de actuaciones llevaron a la SEC a investigar a Paul Bilzerian y a varios de sus asociados, lo que derivó en una actuación de un gran jurado en Manhattan en base a cargos por fraude fiscal y financiero.
La base de la acusación, según Los Angeles Times, era la confesión de su asociado Boyd L. Jefferies, que reconoció haber ayudado a Bilzerian a esconder la propiedad de varios paquetes de acciones en cuatro de sus intentos de compra de empresas, que se añadían a diversas maniobras ilegales que la SEC había sacado a la luz seis meses antes pero que no se incluían en la acusación.
La persecución de las actividades ilegales de Bilzerian eran parte de una campaña de lucha legal contra la corrupción en Wall Street que coordinaba el por entonces fiscal Rudolph Giuliani, que acabaría siendo alcalde de Nueva York.
Todos estos condicionantes hacían que la defensa de Bilzerian tuviera un papel muy difícil, como recoge el New York Times, aunque Bilzerian incluso recurrió a reconocer delitos fiscales menores para intentar librarse de la que se le venía encima.
La encarnizada batalla legal, bifurcada en un proceso penal que terminó enviando a Paul Bilzerian a la cárcel durante varios años y uno civil que perseguía arrebatarle varias docenas de millones de dólares obtenidos ilegalmente, obligó a Bilzerian a declararse por dos veces en bancarrota.
La SEC estaba segura de que las ridículas declaraciones de activos de Bilzerian en estas bancarrotas eran producto de maniobras de ocultación de fondos en empresas y corporaciones fantasma y de una ingeniería financiera diseñada para poner sus posesiones a nombre de, entre otros, su esposa.
Aún así, Bilzerian consiguió librarse de acreedores por valor de cientos de millones de dólares a cambio de activos y multas que no llegaban al medio millón. La SEC incluso llegó a obligar a su esposa a vender su mansión en Florida y entregar parte del producto de la venta a la agencia, pero curiosamente, el fondo inversor que compro la casa por una miseria pasó a ser propiedad de los suegros de Bilzerian tres semanas después.
Todo este pulso legal entre el gobierno federal y Paul Bilzerian para intentar despojar al magnate de su fortuna fue la excusa que uno de sus hijos encontró para renunciar a su ciudadanía norteamericana en 2007. La familia Bilzerian se siente el objeto de una caza de brujas.
¿De qué sería ejemplo este caballero si este fuera el origen de la fortuna del que la web satírica The Dirty llegó a calificar como “el hombre más interesante del mundo”?
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