Incompetencia I por spainfull
Como prometí hace ya un tiempo, voy a tratar en el artículo de hoy sobre un tema en el que soy un verdadero experto. Y, al contrario de lo que probablemente muchos habréis pensado, no tiene ninguna relación con deportes, ni con programas de póquer maravillosos que nadie sabe usar, ni con juntar muchas palabras para no decir nada interesante sin tener ni idea y además cobrar por ello. No, de lo que quiero hablar es de la incompetencia propia y la dificultad para ser conscientes de ella. Es decir, ser un zoquete y no saberlo.
Son varios años ya por los foros de póquer en Internet y siempre me ha llamado la atención la dificultad de los jugadores a la hora de aceptar sus errores e incluso, con mayor frecuencia, su poca capacidad para detectarlos. Es muy fácil observar este tipo de comportamiento, basta con pasarse por los hilos en los que se suben manos para recibir opiniones de cómo se jugaron. En muchos casos, ante críticas sobre ciertos movimientos, lo normal es ver una reacción defensiva por parte del autor de la mano. No solo son incapaces de reconocer que había una opción mejor, sino que siguen pensando que hicieron lo correcto, a pesar de tratarse de un error flagrante.
Bien es cierto que estas actitudes suelen provenir de jugadores noveles con poca experiencia, pero no es infrecuente que un jugador con más manos a sus espaldas que Quasimodo caiga en un comportamiento similar. Al fin y al cabo, a nadie le gusta que le digan que no hace las cosas bien o que es peor de lo que piensa. Además, el ego y la confianza son una parte muy importante de un jugador de póquer, imprescindibles para afrontar una sesión con garantías y rendir a nuestro máximo nivel. Evidentemente, a pesar de ello, la opción inteligente es analizar las críticas y mejorar a partir de ellas, no negarlas porque no nos gusta lo que dicen. Conseguir superar nuestro ego y tener la capacidad de aprender de los errores solo puede hacernos mejores jugadores.
Podríamos matizar una diferenciación entre incompetencia y obstinación (incluyendo en ésta última una menor capacidad de análisis de la deseada). La incompetencia hará que nos sea prácticamente imposible mejorar por nosotros mismos, como veremos el próximo día, mientras que la obstinación nos dificultará nuestro camino a la perfección, haciendo que el aprendizaje sea más lento y que no aprovechemos todos los recursos que están a nuestra disposición. Pero hoy quiero centrarme solamente en la primera de ellas, sobre la capacidad de análisis limitada ya trataré otro día.
Una de las máximas que se cumple con mayor frecuencia en las empresas se puede aplicar perfectamente al mundo del póquer. Me refiero al famoso Principio de Peter. En resumen, lo que afirma es que los empleados que son eficientes en su lugar de trabajo son promocionados hasta que consiguen llegar a su nivel de incompetencia. El paralelismo con la carrera de un jugador de póquer es inmediato. Si el jugador respeta el bankroll, irá subiendo poco a poco de niveles mientras gane a buen ritmo y sea mejor que los rivales (o eso crea), justo hasta que llegue a uno que no sea capaz de superar y se revelen todas sus carencias. Eso sí, a diferencia de un trabajo en una empresa, en donde la persona que ha llegado a su nivel de incompetencia hará todo lo posible por ocultarla e ir pasando los marrones hacia abajo, el jugador de póquer no tiene a quién engañar salvo a sí mismo.
Por lo general, mantenerse en el puesto de trabajo superior significa más ingresos y menos trabajo directo (de producción, por llamarlo de alguna manera), mientras que para el jugador de póquer, permanecer en un nivel superior lo más seguro es que signifique el camino más rápido a la pérdida del bankroll. Bajar de nivel es lo inteligente, no tiene que verse como una derrota, sino como un recordatorio de que aún hay que trabajar más para seguir ascendiendo. Aunque pueda parecer una paradoja, aprendemos y mejoramos hasta llegar al punto en el que descubrimos que nunca será lo suficiente, por mucho que nos parezca que sabemos.
De todas maneras, siempre se puede trabajar y mejorar para superar la incompetencia, pero no es nada fácil. En primer lugar, porque llegar hasta ese nivel ha podido suponer mucho esfuerzo y, por la tendencia humana a la comodidad y la complejidad creciente, cada vez cuesta más mejorar y estar a la altura en cada nuevo escalón. En segundo lugar, porque para ello es imprescindible saber dónde están los errores y qué se precisa aprender. Darse cuenta de esto es algo realmente complicado, mucho más de lo que parece, entre otras cosas por la facilidad que tenemos de echar las culpas a los demás o incluso al empedrado en los errores y atribuirnos el mérito en los aciertos. Como dijo José Ortega y Gasset: “Saber que no se sabe constituye, tal vez, el más difícil y delicado saber” .
En la próxima parte del tema profundizaré un poco más sobre todo esto ayudándome de un trabajo más que interesante publicado hace varios años.
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